Llegada
a Los Ángeles, 1 de junio 1976.
Mientras el avión se
deslizaba en el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles el piloto hizo un
anuncio especial. Él informó que debido a que la sala de llegadas se encontraba
especialmente demasiado atestada, que aquellos que no esperaban que nadie los
recibiera podían salir por una vía especialmente designada para evitar la
conglomeración. Lo que no mencionó fue que la sala estaba abarrotada de cientos
de devotos ansiosos de ver a Srila Prabhupada. Ellos habían venido de toda la
Costa Oeste y de más allá.
muy humildemente aceptó la tremenda glorificación con las palmas de las manos juntas y exclamaciones de “Hare Krishna” y “¡Jaya!”.
Cabe
mencionar que estuve en el recibimiento de Srila Prabhupada en el aeropuerto,
fue realmente extático, con todos los devotos alborozados y kirtan todo el
camino por los pasillos del aeropuerto y la banda móvil por la que
iba Prabhupada. – Nandanandana das.
En
el templo del 3764 Wateska Ave.
En el templo ciento más
de devotos esperaban a Su Divina Gracia, haciendo valla a los lados de una
alfombra roja que iba de la calle hasta la entrada al templo. Prabhupada descendió del auto
enguirnaldado con gardenias y rosas. En la medida que se acercaba a los grandes
portones de madera, y al igual de cuando entraba al templo, llovían miles de
pétalos multicolores de flores lanzados por devotas emocionadas desde el
balcón. Eran tantos pétalos que caminó sobre una verdadera alfombra de ellos.
Era una verdadera bienvenida a casa.
Srila Prabhupada caminó firmemente a través
del templo de opulento interior el cual me pareció asombroso. Los pisos son de
mármol, y muchas de las pinturas al oleo originales de ISKCON, reproducidas en
los libros de Srila Prabhupada, cuelgan por todas partes. De igual manera el
techo está cubierto con grandes murales del Caitanya-lila, rodeando una cavidad
cubierta de espejos. Columnas y arcos de ónix verde, con dioramas de músicos
celestiales en la parte superior, a ambos lados, conducen hacia el recinto de
la Deidad.
Caminando firmemente
hasta el frente delante del altar, Srila Prabhupada me dio su bastón y las
pesadas guirnaldas que usaba se las dio a los sannyasis. Luego al sonido de
caracolas y trompetas de monte ofreció sus postradas reverencias a las
resplandecientes y regias personalidades situadas en los tres tronos dorados,
los objetos últimos de adoración en toda la creación – Sus Señorías Sri Sri
Guru y Gauranga, Sri Sri Rukmini-Dvarakadisha y el Señor Jagannatha, Baladeva y
Subhadra. Cuando Prabhupada se dirigía de vuelta para
subirse a su opulenta vyasasana decorada con hoja de oro yo
miraba alrededor, contemplando la gran opulencia del templo y el océano de devotos. Era fácil ver
porque Prabhupada había nombrado la
comunidad en honor de la ciudad más opulenta de Krishna, Dwaraka.
Los sannyasis se
acercaron para lavar los pies de Srila Prabhupada, primero con pañcamrita –
leche, yogurt, ghí, miel y agua endulzada- agua perfumada con esencia de rosas,
mientras que el resto de los devotos lo adoraban con arati y flores.
Finalmente, una vez
que la celebración de llegada había
concluido, Prabhupada se retiró a sus habitaciones en el piso superior sin dar
un discurso. Antes de que saliéramos de Bombay en abril él nos dijo que desde
el punto de vista administrativo que no era necesario para él venir al
Occidente; que sus discípulos estaban haciéndose cargo de todo de una manera
muy competente. Pero que aún así él venía simplemente para entusiasmar a los
devotos y para darles fuerza y transmitirles mayor ímpetu, a fin de que la
prédica siguiera creciendo. Su llegada esta noche más que justificaba el
esfuerzo de viajar tan lejos. Después de esta recepción él estaba radiante y
muy satisfecho de ver el entusiasmo de sus discípulos.
En esta época yo prestaba mi servicio en el BBT
en Español. Teníamos unos apartamentos en uno de los edificios enfrente del
templo, al cruzar la calle, que nos servían de oficinas y de ashram. En esos
días de la visita de Srila Prabhupada, Tamal Krishna Maharaja se estaba
quedando con nosotros. Esa tarde, después de la recepción que le habíamos
brindado
a Srila Prabhupada, yo estaba sentado detrás del escritorio a nivel del piso en
la primera habitación que fungía como oficina. Estaba yo meditando en los
eventos de ese día, la llegada de Srila Prabhupada, etc. cuando repentinamente
entró Tamal Krishna Maharaja, traía en su mano la toalla con la que había
secado los pies de loto de Srila Prabhupada, desde luego se veía extático, se
acercó y me puso la toalla en la cabeza y yo caí en éxtasis. Luego él miró a la
toalla, me miró a mí, se quedo como pensando, y ¡me dio la toalla!¡Jaya Srila
Prabhupada! –Nandanandana das.
Junio 9, 1976.
Por la tarde, Ramesvara
Swami y Radhaballabha le entregaron a Srila Prabhupada el volumen más reciente de El
Srimad-Bhagavatam, la segunda parte del Séptimo Canto. Srila Prabhupada brillaba de satisfacción… Mientras él
examinaba el nuevo volumen, admirando la alta calidad de la presentación, llegó
Kirtanananda Swami. Él voló desde Pittsburgh especialmente para asistir a la
premier del filme hecho por Yaduvara dasa acerca de Nueva Vrindavan, intitulada
Frontera Espiritual. Él trajo consigo helado casero y una cantidad considerable
de dulces de Nueva Vrindavan.
Yo
estuve presente durante la presentación del filme que se llevó a cabo en el
salón del templo. Esto fue por la tarde-noche
Srila Prabhupada estaba sentado en su vyasasana, las puertas del altar
de las Deidades estaban abiertas, todas las luces estaban apagadas con
excepción de las luces de las Deidades, los devotos estábamos sentados en el
piso; yo traté de estar cerca de Srila Prabhupada. En cierto momento en que en
el filme aparecen devotos de Nueva Vrindavan friendo puris, y estos se inflan,
Srila Prabhupada dijo: “Tráiganme unos”, y sonrió. Fue algo muy dulce,
imagínense “ir al cine” con Srila Prabhupada. Y por supuesto las Deidades
también estaban observando. -Nandanandana das.
¿Aun conserva la toalla con usted?
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